Los lobos rebeldes, el estudio detrás de The Blood of Dawnwalker y encabezado por el ex director de Witcher 3 Konrad Tomaszkiewicz, presenta una novela mecánica de juego: una protagonista con una doble existencia. Coen, el héroe del juego, es humano de día, limitado en sus habilidades, y un poderoso vampiro por la noche, que posee fortalezas sobrenaturales. Este elemento de juego único, inspirado en la literatura clásica como dr. Jekyll y el Sr. Hydeofrecen una nueva versión del arquetipo de superhéroes, evitando el típico tropo de "siempre-trontronador".
Tomaszkiewicz enfatiza la naturaleza fundamentada de los poderes de Coen. Su vulnerabilidad diurna requiere un pensamiento estratégico e ingenio, mientras que sus transformaciones nocturnas desbloquean nuevas opciones de combate y transversal. Esta dualidad crea desafíos de juego convincentes, lo que obliga a los jugadores a adaptar sus estrategias dependiendo de la hora del día. El combate nocturno contra los enemigos no vampíricos, por ejemplo, podría resultar significativamente ventajoso.
Además, La sangre de Dawnwalker incorpora un mecánico de "tiempo como un recurso", como lo revela el ex director de diseño Witcher 3 Daniel Sadowski. Este sistema introduce un elemento crucial de escasez, lo que lleva a los jugadores a priorizar misiones y considerar cuidadosamente las consecuencias de sus acciones. El plazo limitado obliga a los jugadores a tomar decisiones difíciles, impactando tanto la narrativa como los posibles resultados.
Sadowski explica que esta mecánica mejora la profundidad narrativa del juego, lo que permite múltiples enfoques para la resolución de problemas e influyendo en las relaciones de los personajes. La presión del tiempo agrega peso a cada decisión, haciendo que las elecciones del jugador se sientan más significativas e impactantes en la historia general.
La combinación de estos dos mecánicos, la dualidad diurna/nocturna y el recurso limitado, promete una experiencia de juego única y atractiva en The Blood of Dawnwalker , donde cada elección, o la falta de ella, da forma significativamente a la narración.